Jaurrieta
Galdiano, Teresa (2025). Almanaque
carlista. Anécdotas, hechos, personajes. Pamplona, Ed. Lo escrito
permanece, CTC, 500 pp. 142 imágenes. amazon.es versión kindle 8 E e impresa 20
E; bazar.carlistas.es; hersolibros.es
Tras
un tiempo razonable, damos a conocer nuestra experiencia sobre la presentación
del libro Almanaque carlista, escrito
por doña Teresa Jaurrieta Galdiano.
Estamos
ante un libro dinámico, distendido y delicado. Dinámico porque cada día del año
tiene su propio relato, y todos ellos son muy diferentes en el tema, espacio y
tiempo. Distendido porque no hay malas noticias aunque se hable de triunfos y
fracasos. Delicado toda vez que respeta, con conocimiento de causa, las convicciones
y sentimientos de quienes se recuerda.
Es
un libro muy aconsejable para medianos y mayores, y estupendo como regalo en la
familia y a los amigos. Además, sólo cuesta 20 euros. A los primeros le
conviene para aprender, y a los mayores porque siempre es momento de aprender
más y conviene que, lo que se recuerda, se enriquezca con un aporte documental
básico.
La
primera presentación fue el 6 de diciembre en la librería-biblioteca “Libros
con Historia”, del librero de Urroz, con intervención de don Javier Garisoain y
una abundante afluencia de público amigo. La segunda fue el día 9, en el centro
de Pamplona, en los salones del Nuevo Casino Principal, con intervención de don
Pablo Larraz, autor de numerosos libros de historia y fotografías sobre
Carlismo. El salón estaba lleno como en otras muchas presentaciones
editoriales. En ambas ocasiones, la autora aportó diferentes perfiles sobre el
resultado de su trabajo.
El
presentador dr. Larraz dejó patente cómo Almanaque
carlista recupera una disciplina editorial. Un almanaque consiste en una
breve lectura para cada día de hechos independientes entre sí, pero con una
línea temática común, en este caso anécdotas, hechos y personajes del
tradicionalismo político español, más concretamente del Carlismo. Es un método
didáctico para hacer presente cada día, de forma amena y divulgativa, los
abundantes perfiles de una misma realidad, tan rica como la vida misma de los
carlistas y que tantísimo se diferencia de las ideologías.
La
forma de almanaque no es nueva. Los hubo en los s. XIX y XX. Citemos el Almanaque Carlista. Festivo e ilustrado,
iniciado en 1890, el Almanaque Jaimista,
y las secciones insertas tanto en La
Biblioteca Popular Carlista que era mensual, como en La Carcajada, El Estandarte Real,
El Cuartel Real, la Estampa Tradicionalista del barón de
Montevilla etc. En paralelo a los almanaques, existe la figura editorial del álbum
(J. M. Roma, el Álbum de Personajes
Carlistas de D.F.de P.Oller), el Atlas (Segarra), la fotografía
(Larraz-Sierra), las memorias (María de las Nieves de Braganza, Lichnowsky), y
las colecciones documentales (Manuel de Santa Cruz, Melchor Ferrer….).
Fue
una delicia escuchar a la autora. Según doña Teresa Jaurrieta, la génesis del libro fue en respuesta a las
muchas preguntas que iban poniéndose en común en la larga época de la “encerrona”
que tuvimos los españoles. En adelante voy a seguir lo que dijo y si fuera
posible sus mismas palabras.
El
Almanaque Carlista de no es un libro
lineal en el tiempo. Da igual donde se empiece la lectura, y aunque hay muchas
voces, tiene una narrativa coherente.
¿Qué
se va a encontrar el lector? Día a día la autora rescata episodios individuales
y colectivos, ocurridos en Navarra y
fuera de ella, en España y las Américas. Hace desfilar, dando a cada hecho su
debido tono y ritmo, la épica y las batallas, las treguas de guerra (Carrascal,
Somorrostro…), la creación de trincheras en Somorrostro que fueron anteriores a
las de Verdún, los hechos de armas de los requetés, rusos blancos
anticomunistas y los cristeros mexicanos, Hay una gran presencia de hechos políticos
y sociales, acometidos por multitud de hombres y mujeres de toda edad y
condición. Entre ellos hay mártires, santos y santas canonizados, Luis de
Trelles humanizó la tercera guerra como el Convenio Elliot la primera, surgen y
resurgen reyes y labriegos, generales, espías y contrabandistas, reinas,
mujeres “empoderadas”, escritoras y enfermeras, políticos y periodistas.
Resurgen
retazos de vidas de quienes sufrieron la emigración y el destierro, que lo vivieron
sin victimismo, como resultado de su fidelidad, reconociendo que su suerte era
la consecuencia coherente de hechos de los que se era responsable. En algún
pueblo francés, los emigrados llegaron a ser el 70% de la población, siendo siempre
muy apoyados por los legitimistas franceses. Hay generales que viven en
porterías y buhardillas. Cuando coinciden exiliados carlistas y liberales –las
luchas entre liberales son conocidas por todos-, se apoyan mutuamente. Muchos
volvieron del exilio, pero otros se quedaron en los países de recepción como
Francia o la América española. De ahí que hubo una calle dedicada a don Carlos
VII en Buenos Aires, y no sólo en Estella. Según la autora, en los vencidos no
hubo rencor, ni odio. Tampoco revanchismo. El enemigo lo era en el campo de
batalla pero no fuera de ahí. En el cara a cara se dejaba de ser enemigos, y
hasta modernamente jóvenes carlistas han arreglado y rezado ante el monumento
al general liberal Concha, vencido y muerto en Estella, monumento hoy
vandalizado. Por encima de partidos y banderías todos eran españoles. Ahora
bien, hubo quien, al querer regresar a España, se extrañó de cómo era posible
que él, que había ayudado a tantos liberales a salir de Guipúzcoa para evitar
represalias, nadie le ayudase a volver a España. También, a pesar de la dureza
de la guerra, consta de fusilados que pidieron perdón para sus ejecutores.
A
veces los protagonistas sufrieron represalias, por ejemplo los encarcelados por antifranquistas en 1945... En
otras páginas se cuenta cómo don Javier estuvo prisionero por los nazis en el
campo de concentración de Dachau, o bien que ETA castigó duramente a los
carlistas. Así pues, llamar franquistas, fascistas o lo que fuere a los carlistas no se
lo creen ni quienes lo dicen. Aparece el auxolan realizado en momentos límite
por la población de Ondárroa –denominada “la esforzada”- durante la tercera
guerra, y lugares de memoria como la isla de Tabarca, Talavera de la Reina, los
cementerios de Ibero y Estella, el santuario del Puy con los fusilados por el
tal Maroto, el monumento al general Lerga (+ 1892)…. La autora destacó la falta
de sectarismo entre los carlistas. Por ejemplo, don Carlos aceptaba a todos, no
era un puritano, con tal que empujasen en la misma dirección.
Junto
a los documentos están las condecoraciones. En la organización del territorio
carlista (no del Estado carlista) hubo correos y sellos, un Boletín Oficial
aunque diferente del actual BOE, un código penal, moneda, presencia
internacional y ferrocarril. En la cultura destaca la universidad de Oñate, la
prensa y revistas ilustradas, y los autores de la literatura vanguardista.
Para
el manejo temático, la autora recoge el contenido explícito de cada día en un
índice general, de modo que no se hace necesario un índice onomástico, máxime en
un libro divulgativo, que además tendría el inconveniente de aumentar el
volumen y complejidad del libro.
Teresa Jaurrieta documenta cada entrada
en los archivos particulares a los que ha tenido acceso, como los de
Valdespina, Olazábal, Montevilla y Jaurrieta, y utiliza la prensa histórica como
El Legitimista Español y España, ambos de Buenos Aires, El Cuartel Real, la Biblioteca Popular Carlista, El
Siglo Futuro etc. de su archivo familiar, contrastado todo con otras fuentes. Al final del
libro recoge una bibliografía básica.
Todas
las historias tienen un mismo sentido y mensaje. Los hechos se transmiten desde
la vivencia de los actores, tal como está en las fuentes, comunicando así algo
de lo sentido por ellos. Se conmoverá el lector cuando encuentre documentado un
hecho que oyó contar a padres y abuelos, así como la complejidad de la vida,
pues hay casos en que las trayectorias vitales no son lineales.
Tiene
razón la autora cuando reclama respeto hacia sus protagonistas, el que careció
la narrativa de los vencedores al crear imágenes como armas arrojadizas. En
fin, que si hay una leyenda negra sobre España, también la hay sobre el
Carlismo. Al fin y a la postre, ambas realidades se identifican. En opinión de
quien esto escribe, los calificativos y apostillas siguen infectando hoy día la
prensa actual cuando habla de Carlismo, y a veces hay un silencio clamoroso y
distorsión en la prensa local conservadora. Peor labor hacen los libros
escolares –incluso de autores que hacen gala de académicos para hacerse admitir
en la comunidad científica- y hasta textos, libros y artículos, de
investigación.
En
la presentación, la autora Teresa
Jaurrieta estableció sus lógicas conclusiones. El libro es un retrato
colectivo de fidelidad y resistencia, lo que explica que los carlistas fuesen
la admiración del nada sospechoso conde de Romanones, por permanecer siempre en
su sitio. Descubre al lector la necesidad de transmitir la memoria, desde luego
sin caer en presentismos fáciles, pues cada generación hace de puente para la
siguiente. Nuestra época desmemoriada y que manipula el pasado para imponerse, nos
exige no aceptar relatos sectarios, reflexionar, sembrar la inquietud
especialmente los jóvenes, y no dejarse llevar por lo que llaman políticamente
correcto.
Y
concluyó: la lealtad no se proclama, se vive. La fidelidad no siempre es
recompensada pero siempre es digna. ¿Qué se espera hoy día? Una recompensa
mayor que la victoria.
El
público asistente y lector debe
agradecer a la autora el fondo y forma como se expresó, su trabajo de fuentes
primarias de archivo y hemeroteca, su dedicación desinteresada, y haber
retomado la figura editorial del almanaque,
que sin duda estimula la lectura y la curiosidad, y abre –quién sabe-
vocaciones hacia el conocimiento de la historia y el cultivo de las
humanidades.
José
Fermín Garralda Arizcun
Dr.
en Historia
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