
EXPOSICIÓN AL AIRE LIBRE. (Una interpretación sobre la obra de Rodin en Pamplona )
No podemos conformarnos. No hay presente sin pasado ni pasado sin presente. Ni árbol sin raíz o flores sin mata. Como no somos seres abstractos, sino encarnados, ante las imágenes expuestas nos descubrimos a nosotros mismos "queriendo entender". Esta exposición es tan sólo -y es mucho- una limitada imagen de los hombres. Y desde la soledad del "yo", como Dios nos trajo al mundo y libres de artificio, nos interpela directamente.
“No quiero conformarme” –se oye de vez en cuando- ni con el conocimiento que tenemos, ni con el cómo vivo lo que soy, ni con las realidades individuales y sociales del ahora. Eso da pie a que existan esos "algunos", apodados torpemente como inútiles que investigan el ayer o Historia, aunque esa inutilidad sea aparente y precisamente lo que salva al conocimiento histórico como ciencia. Tales "apodados" buscarán, en la experiencia de vida de otros los tiempos, ejemplos y perfiles siempre nuevos, que puedan servir para resolver los grandes problemas del presente. Otras personas centrarán los esfuerzos en la filosofía. Y una y otra vez unos y otros suplicaremos a la Teología, ya en sí misma como ciencia sobre Dios y su plan divino, ya como experiencia humana de Él.
¿Qué podemos buscar en el conocimiento de la historia? No busquemos arqueología inútil, ni presentismo acientífico y manipulador del pasado para justificar un capricho de voluntad, ni escepticismo del triste-pensador-triste… sino observación detenida con los ojos suficientemente abiertos sobre el pasado, y búsqueda de la verdad siempre joven en sus múltiples perfiles y manifestaciones.
La exposición al aire libre, en la calle, de algunas obras del conocido escultor Auguste Rodin (1840-1917), da qué pensar. Se inauguró el 11 de enero y se mantendrá hasta el 20 de febrero. Son seis estudios de Los burgueses de Calais (1884-88) y El pensador (1880), rótulos estos que ocultan lo que las imágenes pudieran significarnos. ¡Qué expresividad!: el pamplonés no puede pasar ante ellas sin removerse y conmoverse. ¡Qué espíritu este que no quiere ser enjaulado modela contundentemente la dura materia al estilo de un nuevo Miguel Ángel! ¡Qué perspectivas siempre nuevas las de cada figura bruñida hasta brillar!... y ¡cuánto nos puede costar hacernos cargo de cada una de ellas en su relativa plenitud!.
Rodin quiso exponer sus obras al aire libre para acercarlas al transeúnte ocasional. También al que transita "en crisis" -hoy paralizado y receloso de la vida- por nuestra ciudad; a ese "alquien" que esconde una inquietud creadora de oculta tensión, o al insomne que deambula aplastado en silencio por ambas penas juntas. ¿"Es el aleteo de "la crisis" global, del "basta ya", de la desesperanza de aquel que se va a entregar...?
La expresividad y potencia expectante de las esculturas de Rodin se ofrecen de lleno al pamplonés de toda la vida, al de diferentes procedencias, a cualquier caminante, sin duda agradecido a la Obra social de “la Caixa” y el Ayuntamiento de Pamplona responsables de esta exposición para mi inquietante ya en si ya por las circunstancias.

No son esculturas en bronce las de Rodin para el transeúnte aburrido, quejica y protestón, sino para el hombre real que muestra un mínimo de profundidad en sus reflexiones y sentimientos personales. Son esculturas apasionadas, dramáticas y casi románticas. Y la luz... ¡ay esa luz que vibra y aún destella en el acabado rugoso y abocetado, como un nuevo impresionismo!
Repitamos. Las seis figuras o estudios de los prohombres del monumento a Los Burgueses de Calais son: el más anciano representa a Eustache de Saint Pierre, que guía al resto; Jean d’Aire muestra una tensión agobiante; Pierre de Wissant es el prototipo de la duda; Jacques de Wissant lleva en su mano izquierda las llaves para el monarca inglés; ahí el resignado Jean de Fiennes; aquí Andrieu d’ Andres, sobrecogido ante su propia desesperación. Esculturas que proceden o procesionan hacia la muerte y hacia la "entrega" a los poderes del mundo, y que pudieran expresar algunos de los estados del alma más dramáticos del hombre contemporáneo. Ningún creador se aisla de su tiempo aunque represente algo del pasado, sino que su época le influye por lo mismo que fluye su impulso creador. Esculturas ésta que no sólo quieren acercar al hombre a la cultura, sino interpelarle, para lo cual requieren la confluencia de elementos como el aire, la luz, el paso del tiempo, la inclemencia climática y un espacio sin límite.
Sobre todas estas sorprendentes y bruñidas figuras, bajo el azul del cielo en estos días de frío severo, sobrepasando la armónica e inmóvil imagen como fondo de palacios al estilo del de Goyeneche (s. XVIII), luego Ribed (parte del XIX), y finalmente de la familia Zozaya-Irigoyen y Zozaya-Iturralde (s. XIX y casi todo el XX)... destaca la mole de El pensador de Rodín -nuestra séptima figura-, que en 1906 fue colocado frente al Panteón de hombres ilustres en París, y en 1922 en los jardines del Musée Rodin. Esta figura está en la parte superior de la puerta del Infierno (1880-1917) -planteamiento éste constructivo monumental, que nunca llegó a construir para el museo de Artes Decorativas-, directamente inspirada en la magna obra de la Divina Comedia de nuestro Dante. Esta "puerta" acaparó veinte años de su vida.

Dicho esto, creo que el hombre tiene salida a esta encerrona. Para ello tendrá que abrirse a lo que él cerró -a Dios, a sus padres e hijos, a su misma naturaleza, a su "ser de este lugar"...-, y aplicar su creatividad ante los nuevos espacios vitales que debe explorar. Con urgencia.
José Fermín Garralda
(Un febrero más, pero muy frío)
Fotografía: JFG2012