viernes, 8 de septiembre de 2023

VI Centenario del Privilegio de la Unión de Pamplona

Privilegio de la Unión de Pamplona, Cabeza del Reino de Navarra

por José Fermín Garralda. Dr. en Historia

HOY, los pamploneses están de fiesta. Celebran los seis siglos del Privilegio de la Unión, sellado por Carlos III "el Noble" del Reino de Navarra el 8 de septiembre de 1423.

Conmemoran el VI Centenario de la unión de los tres Burgos o ciudades que componían Pamplona, que estaban separados por sus murallas internas y tenían ayuntamientos propios: Burgo de San Cernin, Burgo de San Nicolás y Burgo de la Navarrería. También gozaban de unas murallas externas para defender la ciudad de enemigos exteriores -e interiores-. 

La guerra de la Navarrería de finales de la Edad Media expresa que, a veces, los mayores enemigos son, desgraciadamente, los próximos. Y muchas veces sin debido motivo. Eso hay que evitarlo y, si hay conflictos, recurrir inmediatamente a la instancia política superior. Es un parecer extrahistórico, a veces todo ello es difícil de hacer y fácil de decir. 

El Privilegio de la Unión fue un documento de verdadera concordia. A petición de los un buen número de ciudadanos, el rey Carlos III de Navarra estudió el problema del enfrentamiento  entre las tres universidades o Burgos, y resolvió que se derribasen las murallas interiores que separaban los Burgos, se crease un único  Ayuntamiento para los tres Burgos, con una sola jurisdicción, y que se construyese una casa de la jurería (Ayuntamiento) en la confluencia de los tres Burgos, que es precisamente el lugar donde está hoy. 

El documento destaca las fuerzas vivas de la ciudad, sus cargos y sus nombres, y sin duda todos intervinieron en algo: el obispo Ilmo. don Sancho Sanchiz de Oteiza, el canónigo arcediano de Eguiarte y Obrero de la S.I. catedral, el vicario de la parroquia de San Cernin, la abadesa del monasterio de Santa Engracia, las tesoreras del monasterio de San Pedro de Ribas, el prior del convento de Santiago, el prior del convento de San Agustín, el guardián del convento de San Francisco, el comendador del convento de la Merced, el alcalde, los jurados y honorables y discretos representantes del Burgo de San Cernin, los jurados de Burgo de La Población o San Nicolás, los jurados del Burgo de la Navarrería, el notario, tesorero, justicia y pregonero púbico Real. 

El Privilegio muestra la unidad en la variedad, que las unidades superiores no anulan sin engloban las inferiores, pues los Burgos mantuvieron su personalidad constitutiva en la elección del alcalde por el virrey, en la elección de los regidores y de los tesoreros municipales. 

El Privilegio de la Unión pervivió durante cuatro siglos. Fue anterior y posterior a la incorporación de Navarra a Castilla, y abarcó siglos tan diversos como el XV y XVIII. Fue el documento por el que la ciudad de Pamplona se rigió desde 1423 hasta la Revolución liberal de 1812, desde la posterior Restauración en 1814 hasta el pronunciamiento militar liberal de Riego en 1820, y desde la segunda Restauración en 1823 hasta el régimen liberal posterior a 1833. Muchos pamploneses se fueron a las filas de don Carlos y otros permanecieron en la ciudad. En principio, porque perdieron desapareció definitivamente el Privilegio de la Unión. 

El Ayuntamiento de comienzos de la Edad contemporánea no estaba colapsado por la antigüedad del Privilegio, ni por el paso del tiempo, ni era una "propiedad" aristocrática, sino que había generado equilibrio, progreso y paz, y, además, el Privilegio había sido reformado en 1817.

El Privilegio es breve y eficaz. El documento tiene 29 capítulas, es de breve redacción aunque a la vista sea una pieza documental extensa en un rolde largo, y en su sencillez generó paz y concordia. Además, durante muchos siglos el Ayuntamiento era una institución respetada y obedecida sin grandes problemas. 

Ni en el s. XVI ni en toda su historia, Pamplona tuvo la figura del corregidor, que se impuso en Castilla por Isabel I. No en vano el alcalde ordinario, que era anual, era elegido por el virrey entre una terna presentada por los regidores, según el Privilegio. De todas maneras, el Fuero impedía la creación desde Castilla de la figura de un corregidor para Pamplona. 

La autoridad del Ayuntamiento también fue respetada por los vecinos en 1766. En efecto,  aunque no se sufrió el motín de Esquilache de otras ciudades de la monarquía peninsular, los priores de algunos barrios -dos de 18 barrios- pidieron, previa reunión con su respectivo barrio, participar con los regidores en el aumento del precio del pan en momentos de crisis, que de por sí correspondía poner a la Corporación municipal. Hubo un pleito y ganó el Ayuntamiento que vio reforzada su autoridad indiscutible. 

La reforma municipal de Carlos III de los diputados  del común y síndicos personeros etc. del 26-V-1766 no afectó a Pamplona, ni a los municipios navarros. En Pamplona la nobleza no ostentaba los cargos municipales sino que estos estaban muy repartidos entre los sectores sociales más competentes, los comerciantes siempre tenían varios puestos, como los escribanos reales, los procuradores y abogados. Existía un equilibrio "medieval" y de sentido común. 

Si en el transcurso del tiempo surgía algún punto en el que debía precisar los términos de las 29 capitulas de la Unión, se recurría al rey, que la mayor parte de las veces estuvo conforme con la ciudad. 

El Privilegio permitía concreciones en su aplicación, realizadas sólo para el Bien Común. Este último era la única bandera o justificación de los alcaldes y regidores, consultores, priores de barrio etc. Daban mucho y no recibían nada a cambio, salvo reconocimiento social. Era suficiente. Desde luego, no pocos pretendían exonerarse del cargo (la carga) y parte de ellos lo conseguía. Parece que no existía ambición por el poder y, desde luego, la organización de la institución ponía toda clase de trabas. 

Baldosa de los Burgos en la plaza consistorial.

Es admirable como con tan pocas capítulas, un Ayuntamiento pudo gobernarse y progresar. El siglo XVIII fue un siglo ejemplar, próspero y reformista. Progreso y tradición se dan la mano y se suponen mutuamente. En éste siglo la ciudad progresó mucho, a la vez que defendió sus derechos o Fuero frente al centralismo regio del absolutismo y luego despotismo ilustrado. Esta defensa tuvo éxito, aunque alguna vez la Ciudad cedió parcialmente alguna cuestión a final de siglo, a disgusto y en espera de presentar un recurso posterior. Como ocurrió en el Reino de Navarra. El Ayuntamiento también respetó las tradiciones, las formas de hacer, los derechos de las instituciones sociales (gremios, cofradías, hermandades...) y religiosas (obrerías parroquiales, conventos...). La sencillez del privilegio de la Unión de y para Pamplona únicamente, contrasta con la abundante, minuciosa y aplicada a toda España por igual, reglamentación que se fue generando desde la Revolución Liberal hasta la actualidad. 

El Privilegio tuvo una gran importancia al originarse con la intervención regia y encargar su posterior protección al Reino. El rey Carlos III estableció que el Privilegio fuese el Fuero de la ciudad, y además que fuese ley del Reino. Por eso, cuando se modificó la elección del tesorero en 1780 y de los regidores en 1817, una vez acordada la modificación por los regidores se reunieron las Cortes del Reino. 

Hasta 1817 los regidores se distribuían así: 5 del Burgo de San Cernin, 3 de La Población o San Nicolás, y 2 de la Navarrería. La elección era anual y la realizaban los regidores salientes en septiembre, sin poder reelegir a los mismos para el año entrante. El Burgo de San Miguel es medieval y su situación es discutida por los que estudiaron la Pamplona en la Edad Media. Hoy, en la calle Dormitalería, y en la parte del palacio episcopal, se conserva una escultura con el arcángel San Miguel -no San Jorge- en actitud guerrera, atacando con su lanza al dragón infernal. El cambio de tesorero fue para que no fuese por burgos, y la nueva elección de regidores en 1817, será sin orden de Burgos e indistintamente de toda la ciudad. No en vano, en 1817 había cambiado la composición demográfica de los Burgos a beneficio de Navarrería. 

Pamplona en la investigación. Entre los investigadores universitarios o académicos que han estudiado el Privilegio de la Unión y la vida de la ciudad anterior a la Revolución liberal, destacamos a Irurita Lusarreta sobre la Edad Media, Lasaosa Villanua sobre el s. XVI y a José Fermín Garralda sobre el s. XVIII. 

Otros autores  como Valentín Redín han trabajado sobre los Usos y costumbres del ayuntamiento de Pamplona (1987), José Joaquín Arazuri sobre El municipio Pamplonés en tiempos de Felipe II (1973) de sencilla y amena lectura, Molins Mugueta sobre la casa consistorial (1995) y José Fermín Garralda sobre la construcción del nuevo edificio en 1752-60 (1987). Otros autores han sido más concretos y académicos analizando el protocolo y los símbolos municipales, la construcción civil en la ciudad, la demografía de Pamplona (Mª Gembero) los comerciantes, la vida religiosa de la corporación municipal etc. Dejamos al margen los trabajos del período de a Revolución liberal, de muchos autores como García-Sanz (las elecciones) etc. 

Maqueta de la ciudad de Pamplona en 1900. 
Se expone en el Archivo General y Real de Navarra.

Nuestra enhorabuena a los que hicieron posible el privilegio de la Unión, y en ellos recordamos a los que vivieron activamente bajo su cobijo. Sin duda, este Privilegio hizo que la personalidad de Pamplona se fortaleciese. Por ejemplo, uno de los derechos vecinales era no ser llamado a las Armas para defender la frontera u otros lugares del Reino, sino sólo la propia Ciudad. Claro es que Pamplona era una ciudad fortificada, cabeza del Reino, en ella estaban las instituciones, e interesaba que estuviese fue guarnecida por los propios vecinos. Los vecinos defendían la ciudad y la guarnición se replegaba a defender únicamente la ciudadela.

Los títulos de Pamplona fueron los de Muy Noble y Muy leal y, tras 1823, Muy Heroica Ciudad de Pamplona, en atención a los sufrimientos de la guerra constitucional de 1821-23, pues además de la presencia de muchos realistas en la ciudad, ésta fué sitiada debido a que la guarnición militar era liberal apoyada por un nada despreciable sector de vecinos.

Nuestra más total enhorabuena a los Ayuntamientos de Pamplona, sus alcaldes y regidores o concejales, y a todos los pobladores e instituciones de esta preciosa ciudad. Ojalá los pamploneses o iruñenses vivan en paz y concordia, buena vecindad y mutua ayuda.

Fotos del autor

Galería de fotos: 




Carlos III, fiel reflejo del retrato de su sepulcro en la catedral de Pamplona. Debajo, belena del Burgo de San Cernin que muestra las murallas que lo rodeaban. 




José Fermín Garralda