Presentación de “El
final de una ilusión. Auge y declive del tradicionalismo carlista (1957-1967)”
(Análisis de un nuevo
final ante un nuevo comienzo)
REGRESA LA HISTORIA COMO CIENCIA. Fue el
martes 24 de enero a las 19:30 y durante una hora, cuando se presentó un importante libro
sobre Carlismo en el Nuevo Casino de Pamplona. Se trata de la
obra ganadora ex - aequo de la XIVª edición del Premio Internacional de
Historia del Carlismo “Luis Hernando de Larramendi” -abuelo del presentador del acto- de
la conocida Fundación Ignacio de Larramendi. Fue fallada hace dos años y medio en
Sevilla para fallarse el próximo 25 de enero la XVª edición.
El
hermoso salón principal, cuyo balcón señorea la plaza del Castillo de tantos
recuerdos siempre -festivos y no tan festivos-, estaba lleno de público. Los
convocantes fueron el presidente don Joaquín Molinero Abaurrea y don Luis
Hernando de Larramendi como presidente de la Fundación.
Entre
los asistentes había numerosos conocidos, doctores e intelectuales, profesores
de universidad, como el Dr. Valentín Vázquez de Prada -padre de la autora,
historiador de la Edad Moderna y que en
1986 fue director de tesis de quien esto escribe sobre la administración
municipal de Pamplona en el siglo XVIII- , los doctores Satanley G. Payne de
University of Wisconsin-Madison, Alfonso Bullón de Mendoza del CEU, Asín RemÍrez
de Esparza, Andrés Gambra, Juan José Martinena de la RAEH, Fco. Javier
Caspistegui, Jesús Tanco Lerga, Pablo Larraz, Juan Cruz Alli, la profesora Artazcoz
y un largo etc., autores como Joaquín Ansorena, Javier Garisoain, Javier Baleztena
entre otros muchos.
El
acto fue retransmitido en directo y puede visionarse en el canal youtube
(www.larramendi.com).
Correspondió
dar la bienvenida en nombre del Casino al historiador Joaquín Ansorena, que agradeció a la Fundación convocante, a los
miembros de la mesa y al público. Advirtió que por primera vez se iba a
retransmitir el acto en directo, uniendo así este hermoso y antiguo salón con
las nuevas tecnologías.
El
señor Larramendi -en nombre propio y de sus hermanas Carmen y Coro ahí presentes-
inició la presentación del título: El final de una ilusión. Auge y declive del
tradicionalismo carlista (1957-67), de la conocida autora la Dra. Mercedes Vázquez de Prada y Tiffe. Este
libro de 355 páginas y portada a color, ha sido impreso en Gran Bretaña por
Amazon.com y se encuentra en la red digital, pudiendo imprimirse en formato
tradicional a pedido. En la sala se vendió a 15 euros. La editorial es Schedas
S.L.
Dr. Fco. Asín , el hispanista Dr. Stanley G. Payne, Luis Hernando de Larramendi, la Dra. Mercedes Vázquez de Prada, autora del libro presentado. Foto: JFG2017 |
El
Señor Larramendi presentó la
Fundación Ignacio Larramendi, su origen y objetivos, así como el susodicho
Premio Internacional. Destacó algo evidente, y es que la Institución convocante
no admite la llamada historia apologética, que es una pseudo historia. El
Premio se inserta en el vasto marco científico (que -añade quien esto escribe- sobrepasa
de forma inclusiva el ámbito del profesorado universitario, conforme a la
endogamia e ideologización de la universidad española), de la honestidad
académica, en la exposición de los hechos, en un rigor que rechaza la apología
o el intento de demostrar apriorismos.
En efecto, el historiador tan sólo debe alumbrar el pasado histórico.
Las
intervenciones recogidas a continuación sitúan el libro en el ámbito
historiográfico, y mostraron ciertas discrepancias entre algunos miembros de la
mesa que es interesante resaltar. Su exposición la hacemos según las notas
tomadas en la sala, que hemos contrastado y el lector puede contrastar con el
vídeo de youtube.
* * *
El
Dr. Stanley G. Payne, uno de los
mejores hispanistas del ámbito académico, recordó con afecto y no sin
melancolía, a dos amigos que -según él- tanto han hecho por el conocimiento
histórico de la última guerra en España. Mencionó con emoción a sus amigos el
abogado Fco. Javier de Lizarza -recordado como mecenas, gran carlista y
español- y al jurista Javier Nagore Yárnoz -gran foralista, también carlista, y
que dejó su testimonio e investigaciones
sobre la vivencia de los Tercios de requetés en la Cruzada-. A este insigne
hispanista americano se debe el prólogo del libro presentado.
A
decir de Stanley G. Payne, el
Carlismo ha sido el movimiento político más longevo de la historia
contemporánea de España y ha durado mucho tiempo. Ha sufrido un declive
sociológico en sus números hasta la actualidad debido a las modernizaciones y
los cambios sociales. El destino del Carlismo fue ser resucitado por sus
enemigos en 1868 y la primera República, y con las provocaciones de la IIª
República. Rejuvenecido por entonces, en 1936 Fal Conde quiso una sublevación
sólo carlista y monárquica, aunque finalmente tuvo que sumarse a otros
sectores. Eso sí, los carlistas eran los que tenían más determinación. La
guerra de 1936 no significó la victoria de los carlistas, aunque tantísimo
hiciesen para su logro. A Franco le gustó el tradicionalismo como visión
histórica, religiosa y social. Ahora bien, no le gustaba nada el Carlismo como
cuestión dinástica o legitimista, por ser -según él- insuficientes para movilizar a todos los españoles, y un factor
de división entre los españoles. A pesar del Decreto de Unificación de 1937, el
Carlismo se insubordinó en la primera época del Régimen, lo que ya ha sido
estudiado por alguna obra premiada por la Fundación. Franco reservó los cargos
de Ministro de Justicia y de presidente de las Cortes a carlistas colaboracionistas, admitió una autonomía
limitada de Álava y Navarra, afirmó algunos de los puntos básicos del Carlismo
como el catolicismo tradicional, su cultura moral y religiosa y la unidad
nacional. Para Franco, exigir más era entrar en el reino de las fantasías.
Luego Franco promovió la candidatura del malogrado Carlos VIII. Si hubo
carlistas destacados que colaboraron con Franco, sin embargo Fal Conde se opuso
rotundamente durante muchos años, a la vez que don Javier se mostraba
ambivalente. Franco tildaba a éste de aristócrata francés que no tenía que ver
con España, aunque don Javier aceptase los términos básicos del
tradicionalismo. Frente a los posibilistas estaban los intransigentes, lo que abre las muchas peripecias narradas en el
libro de la presentación.
Según
Stanley G. Payne, la autora ha
analizado con éxito varios archivos personales para conocer un proceso
contradictorio y confuso como es la etapa del Carlismo de 1957 a 1967. Ha sido
una labor complicada y ha exigido mucha iniciativa personal en la historiadora.
Según el hispanista, lo que hizo difícil la continuación del tradicionalismo
genuino -esto es, mantenerse con éxito- fueron tres elementos. Primero, la
eclosión de la democracia-cristiana y la social-democracia en Europa,
acompañada de una mejora económica sin precedentes. Segundo, el cambio
generacional entre los carlistas. Tercero, aquellos aspectos del Concilio
Vaticano II que parecían dar al traste la unidad católica y que parecía
legitimar la democracia existente; ¡qué puñalada por la espalda! -la del Vaticano
II- decían Franco, así como los carlistas puros y el carlista moderado don
Javier. Años después, don Carlos Hugo cambió el Ideario y programa
tradicionalista por un llamado socialismo
autogestionario, que implicaba una oposición al tradicionalismo político y
fue heterodoxo, llegando así las
primeras elecciones del año 1977. Don Carlos Hugo hizo pasar al Carlismo de la
extrema derecha a la extrema izquierda. Según el hispanista, en el libro la
autora describe con detalle y equilibrio la lucha de las élites dentro del
Carlismo, pondera el peso relativo de sus líderes y sectores, y analiza el
conflicto fundamental con la nueva heterodoxia
de don Hugo. Se hace a través de una seria investigación de fuentes primarias, que
analiza con precisión esta etapa clave de la historia del Carlismo, la última
fase del Carlismo verdadero.
* * *
Vista general de la sala. En primera fila, a la izquierda y con corbata, el dr. Valentín Vázquez de Prada. Foto: JFG2017 |
El
Dr. Francisco Asín Remírez de Esparza
se presentó como investigador de la primera
guerra carlista en Aragón siendo profesor universitario de Zaragoza durante dos
décadas. Por eso, lo suyo no era juzgar en profundidad el libro presentado. Quien
le conoce, sabe que desde hace muchos años don Francisco Asín es un gran
conocedor del mundo editorial y del libro antiguo. Pero lo que aquí más importa
es que, además de su rigor doctoral, el ponente conoció en primera persona el
Carlismo desde dentro de él durante los años sesenta, como miembro de AET. Así
mismo, el hecho de trabajar en las revistas Montejurra
y Esfuerzo Común le dio acceso a
muchas cartas y a conocer los problemas que se suscitaron.
Francisco Asín agradeció a la autora
su trabajo investigador, lo que no impidió mostrarse crítico con algunos de sus
planteamientos.
Según
el Dr. Asín, los hechos como tales
son objetivos, pero no lo son las interpretaciones
que se hacen de ellos, pues pueden estar sujetas a diversos planteamientos,
principios y prioridades. Es más, también en los documentos hay elementos de
subjetividad. Puso un divertido ejemplo de ello. Consideró que el libro es
interesante, está lleno de informaciones, a veces poco conocidas y que aporta
una visión y una parte de lo que fue el Carlismo. Sin embargo -continuó- la
realidad de entonces era mucho más compleja, por lo que se hacen necesarias más
fuentes y más puntos de vista que las utilizadas en el libro. Él hubiera
preferido más visiones y un mayor contraste entre ellas.
Para
el Dr. Asín, el título del libro se refiere a lo que será el huguismo, es
decir, la evolución de la Comunión Tradicionalista y el quehacer de José María
Valiente hasta el momento de formarse -añade quien esto escribe que mediante ruptura-
el llamado Partido Carlista. Sin embargo, en el libro faltan otros sectores
como la Regencia de Estella nacida en 1958, la existencia de otras muchas
sensibilidades que pudieran dar una visión diferente, y se relega a Fal y a
otras importantes personalidades.
Según
su propia experiencia y la de otros carlistas, los años 1965-1972 no supusieron
para ellos un giro de la extrema derecha a la extrema izquierda, pues no se
sintieron en ninguno de ambos ámbitos.
Si
la época de José María Valiente y también la de José María Zavala fueron posibilistas, es porque había una
presión de los carlistas para obtener del Régimen lo que iban obteniendo don
Juan y don Juan Carlos. Con Zavala ocurrió lo mismo, y si Carlos Hugo no se
presentó como el príncipe del Régimen sí se presentó como el Príncipe del 18 de
Julio -hay carteles de propaganda que lo indican-, pasando luego a intentar ser
“rey” en la oposición.
¿Cómo
es posible que un movimiento tan popular, vigoroso y combativo desapareciera
casi de golpe en la década de los sesenta? El libro lo quiere explicar de dos
maneras. Primera, alegando la postura no firme de don Javier y sus titubeos con
don Juan, y, segunda, subrayando los enfrentamientos internos entre los carlistas.
La existencia de dichos enfrentamientos es verdad, pero lo primero hay que
matizarlo mucho. A continuación el Dr. Asín aportó sus argumentos como idea
principal de su exposición.
A
modo de síntesis puede decirse que a la afirmación de que al Carlismo le
resucitan sus enemigos, habría que añadir que también es cierto que lo matan
sus amigos.
Desde
su experiencia personal, Asín manifestó
lo siguiente. Don Javier fue un hombre sencillo y próximo, y fue coherente en
sus ideas, nunca tuvo los vaivenes de don Juan capaz de pactar con los nacis en
los 40, hacer declaraciones tradicionalistas en Estoril, y luego pactar con los
comunistas en el 75. Se opuso totalmente al fascismo -con palabras y con el
hecho de estar prisionero en Dachau-, y aceptó la evolución del quehacer de los
carlistas para su permanencia, adaptaciones que muchos años antes hizo don
Jaime y se hacen evidentes en otras
ocasiones. El Carlismo no intentaba conquistar el poder por el poder, sino para
lograr unas estructuras nuevas que hicieran posible las libertades. La sociedad pluralista se debía hacer por la
vía social cristiana y no marxista. El libro -según el ponente- olvida que don Alfonso
Carlos le designó rey a don Javier sino regente, lo que le permitió tener sus
dudas sobre qué sería lo mejor para España.
Por
otra parte, los movimientos de juanismo
y el Carlismo son muy anteriores a
don Javier. Comienzan con don Jaime y don Alfonso Carlos y nadie ha dicho que ambos
tuvieran titubeos o vaivenes. Sobre ello el ponente aporto diferentes datos al
respecto, así como del entrismo de juanistas en los círculos carlistas. En
realidad, ni Alfonso Carlos ni don Javier reconocieron a don Juan porque no
veían claro ni sus ideas, ni sus actitudes, ni siquiera su legitimidad.
La
causa de la crisis de los carlistas no sólo son las desavenencias internas,
sino también una labor de ataque exterior desde el Régimen de Franco. El
Carlismo recibió ataques por el Régimen con la seducción, mediante ofrecimientos
y prebendas, y diferentes actos de fuerza. La autora explica cómo intentaron
convencer a algunos profesores de la Universidad de Navarra, y si el
historiador y sacerdote Suárez Verdaguer aceptó ser preceptor de don Juan
Carlos (añado quizás por ser sacerdote), Álvaro D’Ors rechazó la oferta y dijo:
“Los hombres somos flacos capaces de
cualquier villanía, pero en este caso me he salvado”. Pocos carlistas cedieron
a los ofrecimientos del franquismo o
del juanismo, pero eso también
erosionó a los carlistas.
A
partir de los años 1965, el juanismo
desapareció como una opción para los carlistas. Los carlistas vieron en el juanismo un acicate para atacarle por las prebendas, preferencias y distinciones
que obtuvo del Régimen frente al Carlismo.
Al
hablar de la crisis de los carlistas hay que abordar la actitud del régimen del
Franco: prisiones, prohibiciones, seducciones, y en plena guerra y después el
cierre de Círculos y la clausura de los 49 periódicos sin contar las muchas
revistas. En efecto, la crisis de los carlistas no son sólo las desavenencias
internas sino también la presión e intervención externa. Ello hizo que el
Carlismo fuese un movimiento popular que perdiese ganando, que perdió en la paz
después de ganar la guerra, siendo excluido de las ventajas de los ganadores y también
de los perdedores.
El
Carlismo no participó en el Régimen franquista -y mucho menos pudo ser agente
de la construcción de España por la que había luchado-, aunque sí participasen
en el Régimen algunos carlistas a título particular.
Con
estas palabras, el Dr. Asín se
distanció desde la experiencia de algunos planteamientos de la autora. Sin duda
ello enriqueció la aportación de la mesa.
* * *
Vista general de la sala del Nuevo Casino de Pamplona. Foto: JFG2017 |
Llegó
el turno de la autora, la Dra. Mercedes
Vázquez de Prada, tan esperado por el público, que explicó algunas
cuestiones sobre la elaboración y redacción de un libro de historia política
general, correspondiente a la etapa posibilista de los carlistas con el Régimen
franquista entre 1957 y 1967. Contó el cómo y por qué escribe la obra y otras
cuestiones significativas.
Con el título El final de una ilusión quiso reflejar dos sentimientos que aletean
en el carlismo en esta época, que son el entusiasmo y el fervor, contagiado a las masas y percibido en el Acto
de Montejurra de forma visual, lugar donde se juntaban carlistas de todas las
edades, de todos los grupos sociales y lugares. En la portada del libro hay
cinco muchachas con la ilusión propia esa joven edad durante los años 60. “Un sentimiento de ilusión en el sentido de
una imagen irreal creada por el sentimiento que es una esperanza de llevar al
país a una monarquía tradicionalista, pero que es algo que difícilmente podía
llevarse a término y que en definitiva no pudo ser” (1). (Quien esto escribe, considera que esta expresión es clave en
la exposición del libro, por lo que remitiré mi valoración en nota).
La
autora consideró que el Carlismo fue un movimiento importante en la Historia de
España hasta los años setenta del siglo XX. Después de más de un siglo y medio
de historia, y de tres guerras, aún no se había estudiado lo ocurrido en la
década de 1960, etapa conocida sólo por los que la vivieron. Pues bien, es en
ella donde se encontrarán -según la autora- las claves del movimiento
tradicionalista, que a su vez explicarían el futuro giro del tradicionalismo
socio-político al llamado socialismo autogestionario.
Las
fuentes utilizadas corresponden a los archivos personales de Valiente y Fal Conde, ambos depositados en la
Universidad de Navarra. El archivo de José María Valiente es de primera
categoría, pues atesora una correspondencia activísima entre 1957 y 1967, que
incluye a las altas personalidades esparcidas por toda España, y refleja los
ambientes económicos y culturales y sociales. Valiente será un catedrático de derecho civil,
que procediendo de las JAP y siendo su presidente, militará en el Carlismo
desde 1934. Por otra parte, también el archivo de Fal Conde, abogado sevillano anti
colaboracionista con el Régimen, es importantísimo porque será un referente
político de primer nivel en la Comunión Tradicionalista, a pesar de ser
retirado por don Javier de la jefatura por su tenaz oposición a Franco. Por
ello don Javier le nombró consejero
especial.
Gran
parte de los carlistas no aceptaron el posibilismo.
Cuando los dirigentes apreciaron que Franco giraba en torno a los liberales que
apoyaban a don Juan Carlos, es cuando don Javier realizó un giro posibilista acercándose a Franco. Este posibilismo no era una identificación
con el franquismo. Los posibilistas
querían congraciarse con Franco y acercarse al Régimen por dos motivos. Uno,
para tener una holgura política con la que sobrevivir, conseguir una estructura
y organización política, no ser arrinconados, actualizar su Ideario, y obtener
puestos de influencia. En segundo lugar, para adelantarse en la carrera a los
liberales -así dice la autora-, que con Laureano López Rodó a la cabeza estaban
diseñando sus estrategias para poner a Juan Carlos de Borbón.
El
libro se centra en el período posibilista
de los dirigentes del Carlismo oficial con el Régimen de 1957 a 1967, que se
divide en dos fases. La primera, de 1957 a 1964, fue una etapa de auge e
ilusión, en la que se reactiva un movimiento que aún tenía rescoldos muy vivos,
que coincidía con la labor de Valiente -jefe de la secretaría desde 1957 y jefe
delegado en 1960- para al final tener lugar el matrimonio de don Carlos Hugo en
1964. La segunda fase, desde finales de 1964 a 1967, fue de declive y desilusión.
Luego vino el giro heterodoxo de
carlistas hacia el huguismo.
El
Tradicionalismo político quedará engullido por la crisis general de los años
sesenta en todos los ámbitos: social, político, eclesial, y generacional. Esto
va a minar las bases de tradicionalismo. Se asistía a una revolución silenciosa
de amplitud occidental y europea. Tras 1964 todos los vientos soplaban en
contra: el Régimen de Franco, la Iglesia (quien esto escribe hablaría mejor de
crisis en la Iglesia por todos vivida),
la sociedad, la crisis generacional (que enfrentará a los tradicionalistas con
los que querían hacer otra cosa según el momento). Así, según la doctora, se
produce una triple fragmentación de la Comunión: en sus líderes, en su proyecto
político, y en las masas desconcertadas por la magnitud del cambio político,
social y en el seno de la Iglesia.
Para
la autora se trata de un libro sin conclusiones porque es el propio lector quien
debe extraerlas fundado en las fuentes que se ofrecen en él, de por sí muy significativas
y elocuentes.
El libro saca a la luz aspectos sorprendentes y
hasta ahora poco conocidos de la historia reciente del Carlismo. Plantea incógnitas
que pueden ser un punto de partida para muchas investigaciones, pues hay muchísimo
Carlismo en todas las regiones de España desde Asturias hasta Canarias, siendo quizás
la región de Extremadura la que menos tenía. Además, hay fuentes abundantes
para abordar estos trabajos.
* * *
Para
terminar don Luis Hernando de Larramendi
agradeció la profesionalidad, el rigor, la honradez, el espíritu auténticamente
investigador, el ansia por descubrir, tampoco por tomar partido que
naturalmente las cosas se ven desde un ángulo y eso es inevitable… porque ha
hecho una gran contribución de la que pueden salir muchos trabajos sobre ese
período donde inciden muchas concausas, y del período posterior.
José Fermín Garralda Arizcun
Doctor en Historia
Pamplona 29-I-2017
* * *
A modo de curiosidad, un caballero con boina roja repartió abundantes calendarios de bolsillo del año 2017. Lo hizo a la salida del acto académico y después del vino español servido en el salón. Seguramente con ello quería comunicar que el tradicionalismo carlista (en España el tradicionalismo verdadero continúa o simpatiza con la transmisión de la legitimidad carlista) sigue siendo un proyecto-así dicen hoy- ilusionante para unos, y, para estos mismos y otros muchos simpatizantes, un proyecto necesario para la sociedad navarra y española. Ciertamente, cuando una sociedad al fin está deshecha, la vuelta de un monarca legítimo, por urgente que sea, podría esperar.
Decimos un proyecto necesario por la verdad de los principios generales, fundamentos y concreciones particulares de dicho proyecto, por su "olfato" político, y porque todo lo demás -importado por sus viejos y aparentemente triunfadores enemigos- se ha ensayado con un total fracaso por ser ajeno a los valores del Cristianismo, de la ley natural más básica, y de la tradición (tradere) española en cuanto que renovadora. El fracaso de nuestra civilización ha sido hondísimo y prolongado, y el camino de la disolución ha sido y es algo accidentado y reiterativo. Que el tradicionalismo no haya podido frenar y superar este fracaso no es demérito de quienes lo han intentado y siguen intentando, sino de aquellos que se callaron y se suman al carro vencedor.
Hablamos de una tradición que recoge la civilización católica y española, expresada en un bagaje propio por lo que respecta a la persona, al matrimonio, la familia, los cuerpos sociales intermedios, el Derecho, los derechos propios de las comunidades históricas -Fueros, no delegaciones del Estado- armonizados en la unidad, expresión todo ello de los diversos pueblos hispánicos en sus fundamentos y coordenadas espacio temporales.
Decimos un proyecto necesario por la verdad de los principios generales, fundamentos y concreciones particulares de dicho proyecto, por su "olfato" político, y porque todo lo demás -importado por sus viejos y aparentemente triunfadores enemigos- se ha ensayado con un total fracaso por ser ajeno a los valores del Cristianismo, de la ley natural más básica, y de la tradición (tradere) española en cuanto que renovadora. El fracaso de nuestra civilización ha sido hondísimo y prolongado, y el camino de la disolución ha sido y es algo accidentado y reiterativo. Que el tradicionalismo no haya podido frenar y superar este fracaso no es demérito de quienes lo han intentado y siguen intentando, sino de aquellos que se callaron y se suman al carro vencedor.
Hablamos de una tradición que recoge la civilización católica y española, expresada en un bagaje propio por lo que respecta a la persona, al matrimonio, la familia, los cuerpos sociales intermedios, el Derecho, los derechos propios de las comunidades históricas -Fueros, no delegaciones del Estado- armonizados en la unidad, expresión todo ello de los diversos pueblos hispánicos en sus fundamentos y coordenadas espacio temporales.