miércoles, 23 de octubre de 2024

Presentación editorial "Pregón. Siglo XXI", nº 73 (Pamplona, Navarra)

 Cultura

AYER, día 22 de octubre, se presentó, en el Nuevo Casino Principal de Pamplona, la revista "PREGÓN. Siglo XXI", editada por la Sociedad Cultural Navarra desde 1943, IIIª época, nº 73 (Serie histórica nº 208), (oct. 2024), 146 pp.

La edición de cada número de la Sociedad Cultural Peña Pregón, se presenta al público pamplonés, que reúne un amplio número de asistentes en un lugar emblemático de la plaza del Castillo de la ciudad de Pamplona, capital del Viejo Reyno de Navarra. Mencionamos tal capitalidad porque la revista PREGÓN se dedica a la historia de la ciudad y de Navarra entera en todas sus facetas. 

Las colaboraciones son numerosas, en este caso hasta 31 de otros tantos autores, articuladas en secciones de historia (4), personajes (4), arte (4), una central monográfica dedicada en este caso al "Museo de Navarra" (10), del archivo de Pregón (1), Sociedad (4) y Literatura y Libros (4). 

Todas las colaboraciones son de gran interés, desde la campaña musulmana de Pamplona en el año 924, hasta la escuela de Artes y Oficios de Pamplona o bien el Camino de Santiago, por citar unos ejemplos, además del mencionado dossier especial sobre el "Museo de Navarra". 

De formato grande (313 x 209 mm.), la revista consta de 146 páginas, está muy bien editada, tiene portada y contraportada a todo color, así como una extensa parte central (págs. 35-114) también a color. El precio de venta al público es muy asequible, 10 euros. Se adquiere en librerías. 

Nuestra más total enhorabuena a la revista y la Sociedad Cultural Navarra. 

Agradecemos al Blog "Historia de Navarra a Cuba" la gentileza de abrirnos su espacio en la Red internauta.

Galería de fotos:





José Fermín Garralda Arizcun








jueves, 27 de junio de 2024

Fe y razón: ¿controversia?

 

RESUMEN

Rasgos históricos de “controversia” entre Fe cristiana y razón.

La controversia entre Fe cristiana y razón científica, es infundada y  artificial. Nunca hubo dos partes en conflicto, porque desde luego la Iglesia no lo quiere.

El científico también es persona, y su biografía le condiciona mucho más allá de la ciencia.

La ciencia, incluida la experimental, es abierta, y ni ella ni el método utilizado pueden abarcar necesariamente toda la realidad.

La primera supuesta “controversia” fue cuando el cristianismo contactó con la filosofía pagana en los primeros siglos.

Durante más de mil años, se logró la plena armonía entre Fe y  razón en los monasterios, escuelas palatinas, órdenes religiosas mendicantes, escuelas parroquiales, catedralicias y episcopales del s. XII, los intercambios culturales, y sobre todo en las universidades.

La segunda “controversia” de cinco siglos, arrancó de minorías en el s. XIV, relevantes en los s. XIX-XX.

El nominalismo y voluntarismo del s. XIV separó –no sólo distinguió- filosofía y teología. El Renacimiento (s. XV-XVI) fue el siglo de la cultura –no de la ciencia-, y el protestantismo descalificó la razón humana.

La Iglesia siempre respetó, cultivó o ayudó a cultivar las ciencias humanas y experimentales. El Concilio de Trento distinguió Fe y razón para unirlas en armonía (no separación ni independencia), siendo la Fe la preeminente y Dios el origen de ambas.


El Barroco (s. XVII-1750) fue el siglo de la ciencia moderna. Los orígenes de ésta (s. XIII al XVII) tienen una matriz cultural cristiana, incluyendo a Copérnico, Tycho Brahe, Kepler, Galileo, Pascal, Boyle, Newton, Leibniz etc. El caso de Bruno (filósofo-teólogo) y Galileo fueron opuestos entre sí, del pasado lejano, y están bien estudiados. Los “novatores” o preilustrados españoles (1680-1730)  afirmaron Fe, ciencia, y su compatibilidad. En 1700 surgió en el palacio de Versalles un estilo de vida libertino, extendido  hasta hoy.

Hasta 1752 los científicos experimentales -muchos eran  eclesiásticos- fueron creyentes. Desde entonces hubo dos ilustraciones: si la anticristiana opone fe y razón, la ilustración católica las aunaba. Alejandro Volta y María G. Agnesi, fueron genios en física y matemáticas y fervientes católicos.

Desde entonces, los creyentes empezarán a disminuir muy despacio. Algunos ideólogos, divulgadores y creadores de opinión… atacaron la religión y llamaron ciencia a lo que no era. Por su parte, la Iglesia siempre fue cauta.

Si el positivismo y materialismo del s. XIX opusieron fe y razón gratuitamente, hubo científicos fervorosos cristianos como Faraday, Maxwell, Kelvin, Jenner, Pasteur, Mendel…

Las ciencias experimentales evolucionan, y si a veces parecían ir contra la fe (s. XIX), fue por las grandes novedades, su rápido avance en un mar de dudas, la confusión entre tesis e hipótesis -y el científico y  divulgador-, las revoluciones industriales y sociales, los ideólogos y la intervención de los filósofos. Ante ello, y el avanzar de la increencia, la Iglesia siguió impulsando los ámbitos científico, educativo, social y laboral. Su análisis de la Fe y razón es muy fértil: Pío IX (Syllabus), Concilio Vaticano I (1869), Pío X (Lamentabili y Pascendi), Pío XII (Humani generis), Vaticano II, catecismo de la Iglesia católica (1992), Juan Pablo II (Fides et ratio), y Francisco I (Lumen fidei).

Hoy la ciencia experimental (biología, física, química…) y matemática, facilitan creer en Dios de forma más evidente que otros siglos. Científicos ateos se han hecho teístas. Así, la segunda “controversia” va llegando a su fin, deparando la historia de la salvación grandes sorpresas.

 

SUMMARY

Historical “controversies” between Faith and reason.

The controversy between faith and scientific reason is artificial. There never were two sides in conflict as the Church did not want to. 

Scientists are individuals and as such their biography conditions them beyond science.

Science, including the experimental one, is in essence open, therefore it cannot by itself, neither thru its methods, reach necessarily the entire reality. 

The first pretended “controversy” came when Christianity established contact with the pagan philosophy of the first centuries. 

Thorough more than one thousand years, total harmony between faith and reason was reached in Abby’s, palatine schools, religious orders, parishes and episcopal schools of the 12th century, cultural exchanges and most importantly, in universities. 

The second “controversy” lasted five centuries, it had its roots in minorities during the 14th century and became relevant in the 19th and 20th century. 

Nominalism and voluntarism from the 14th century not only differentiated but split Philosophy from Theology while the renaissance on the 15th and 16th century was the century of culture - not science- when Protestantism disqualified reason.  

The church always respected, nourished and supported nourishing human and experimental sciences. The Council of Trent, distinguished faith and reason and unified them in harmony (it did not separate each other, neither it set them independent from one another), being faith prominent and God the origin of both. 

The Baroc (17th century - 1750) was the century of modern science. Its inner origins (from the 13th to 17th century) were culturally Christian, and included Copernicus, Tycho, Brahe, Kepler, Galileo, Pascal, Boyle, Newton, Leibniz among others. The case of Bruno (philosopher and Theologian) and Galileo, were opposite to each other since early times and have been studied in depth. The “novatores” o pre illustrated Spaniards (1680 - 1730), affirmed both Faith and science and their compatibility.  

In the 17th century surged in Versailles a libertine life style which has been extended until these days. 

Until 1752 experimental scientists, many of which they were ecclesiastical, were believers. Since then, there were two Illustrations: while in one hand the anti Christian opposed faith and reason, on the other the Catholic illustration would unify them. Alejandro Volta and Maria G. Agnesi were geniuses in physics, mathematics and fervent Catholics at the same time. 

Since then, the number of experimental scientists that were believers would start to slowly diminish. Some ideologists and creators of opinion attacked religion calling science what it was not such, while the Church opted to remain cautious. 

If positivism and materialism from the 19th century freely opposed faith and reason is also true that there were pious Christian scientists like Faraday, Maxwell, Kelvin, Jenner, Pasteur, Mendel…


As experimental sciences progressed and at times they seemed to be led against faith (19th century) that was due to multiple several reasons such as the shocking large and new discoveries, their fast paced growth while there were still significant doubts, the confusion between thesis and hypothesis (similar confusion than between scientist and creators of opinion) the Industrial and social Revolutions, the ideologists, and the intervention of philosophers. Against all the above and the growing diminishing number of believers among experimental scientists, the Church continued to promote science and education, social and labor fields and the outcome of faith and reason analysis was large, just to name some: Pious IX (Syllabus), I Vatican concilie (1869), Pious X (Lamentabili y Pascendi), Pious XII (Humani generis), Vatican II, Catholic Church Catechism (1992), Joan Paul II (Fides et ratio) and Francis I (Lumen Fidei).

Today’s experimental science including Biology, Physics, Chemistry, even mathematics, facilitate to believe in God in a more evident manner than in past centuries. Atheist scientists have become Theists. In that way, the second controversy is coming to an end, awaiting many great surprises in the History of Salvation. 

José Fermín Garralda Arizcun


miércoles, 29 de mayo de 2024

Banderas del palacio de Loredán. Un nuevo libro de Iñigo Pérez de Rada

 (Por José Fermín Garralda)-

Primera edición, 2023 (agotada)
Íñigo Pérez de Rada CavanillesBanderas del Palacio de Loredán. El legendario museo que Carlos VII de Borbón formó en Venecia, Sevilla, Campomanes Editores, 2ª ed. (corregida y aumentada), 2024, 563 páginas. Colección: “Pensamiento y tradición”. Idioma: Español. Materia: Historia, vexilología, Carlismo. Encuadernación Cartoné. Papel couché. Profusamente ilustrado. Dimensiones: 30 x 21’5 x 3’5 cm. 2’3 kg. ISBN: 978-84-125224-8-8. Precio: 68 euros (incluidos gastos de envío por correos express). Por la red: Campomanes editores. También Tienda carlista: 34 667 07 18 59

Segunda edición.

El vexilólogo, historiador y economista don Íñigo Pérez de Rada, ofrece al gran público -especialista o no-, la segunda edición de lujo, corregida y aumentada –la primera en 2023-, de su muy importante libro sobre las banderas custodiadas en el palacio de Loredán en Venecia, la ciudad bañada en luz dorada de los pintores. El historiador debe estar muy agradecido por el trabajo serio y prolongado del autor, y por el enorme y desinteresado esfuerzo invertido en su investigación.

Miembro de la Sociedad Española de Vexilología (SEV), Íñigo Pérez de Rada ha publicado numerosos artículos sobre banderas en el boletín de la SEV, así como en la revista “Aportes. Revista de Historia Contemporánea”. También es autor del libro Navarra en Guerra. Banderas, trofeos de guerra y otros recuerdos de los Tercios de Requetés y Divisiones de Navarra en la Guerra civil Española (Madrid, 2004, 135 pp.). Durante años mantiene el museo de Tabar (Navarra) de la Fundación Jaureguízar, como exponente artístico del coleccionismo, llevado a cabo por su ilustre familia durante siglos, para salvaguardar las obras de arte y ampliar la oferta cultural en el milenario Reyno de Navarra. 

Con un proceder lógico, el autor se centra en el egregio y legendario Carlos VII de Borbón y Austria-Este (1848-1909) de la rama carlista. A continuación analiza el interior del palacio veneciano de Loredán, donde aquel vivió en su destierro y custodió las banderas, banderines y otros objetos atesorados, culminando su detenida catalogación como centro de un hermoso libro que muestra una perfecta unidad. 

El vexilólogo Íñigo Pérez de Rada ha superado con creces las enormes dificultades prácticas que sin duda han conllevado el presente catálogo y amplia investigación. Son las dificultades propias de la búsqueda de numerosísimas fuentes de todo tipo; de la descripción y catalogación de banderas, banderines y otros objetos, y a veces de trabajos de restauración a su propia costa; y del tratamiento de fuentes de archivo, de hemeroteca y otras fuentes secundarias impresas. Diversos motivos, entre ellos reconocer el sentido profundamente humano y político de los objetos catalogados, han hecho que él haya sido el investigador más indicado para efectuar con éxito este hermoso catálogo, que explica los objetos, su contexto, y es caballeresco hacia el monarca y el pueblo que le reconoció.

Este precioso libro está presentado por cuatro autores: el conde Helmwig Wurmbrand-Stuppach, el vexilólogo catalogador del Museo del Ejército Luis Sorando Muzás, quien esto escribe como doctor en Historia, y Ludwig Nolte Blanquet. La obra consta de seis capítulos –el primero y sexto abarcan más de la mitad de sus páginas-, tres apéndices y una amplia relación bibliográfica, de hemeroteca y archivo.

El primer capítulo es la parte más extensa del libro: “Las banderas del palacio de Loredán, orgullo de un Rey en el exilio” (p. 37-240). Para cualquier lector resultará interesantísimo, pues permite saborear los principales acontecimientos de la vida de don Carlos desde su nacimiento hasta que fallece en 1909, los preparativos y guerra de 1872-76, sus viajes, diferentes asuntos de familia, la celebración de su  onomástica, cómo eran su esposa doña Margarita y –tras  el fallecimiento de ésta, el “ángel de la caridad”- su segunda esposa doña Berta, el Congreso antimasónico de Trento, su relación con Pío X, diferentes actos y documentos públicos de gobierno desde el exilio, y su testamento político y vital.

En éste capítulo inicial, el autor también nos ofrece por extenso muchos testimonios impresos de los viajeros que visitaron a don Carlos en el palacio de Loredán, fuesen leales de España y Francia –recordemos que fue reconocido como rey por los legitimistas franceses-, amigos, curiosos e incluso españoles  contrarios a lo que él significaba, fuesen pueblo en general, periodistas, escritores, políticos, invitados de cortesía, o bien otros príncipes y monarcas.

El autor evita la mera acumulación de los testimonios en fuentes impresas, que explica y recoge por extenso para deleite del lector. A través de ellas, el lector puede situar en su contexto a don Carlos y su familia, el palacio que habitaba, y sobre todo dar vida a las banderas y objetos catalogados. El lector agradece la reunión de tales textos para evitar que sean ignorados, para su fácil consulta si es  historiador, y sin duda como recreo y solaz.

Citemos, sin ánimo de ser exhaustivos, como visitantes que ofrecen su testimonio, al futuro conde de Romanones, a José Ortega y Munilla, la escritora Emilia Pardo Bazán, Antonio de Vildósola, Suárez de Urbina, Francisco Cavero, Elío, Carlos Calderón, el príncipe de Valori, Luis Mª de Llauder, el príncipe Salvador de Itúrbide, lord Bertram Ashburnham, los reyes de Rumanía, la que fue emperatriz Eugenia de Montijo, Claude Champion, Jaime Quiroga, Carlos Puget, Luis Bonafux, Idelfonso Muñiz Blanco, el marqués de Santa Cara, Martínez-Vallejos... Ahí están la entrevista que el diario “Le Français” hace a don Carlos, la crónica del periódico australiano “Town and Country Journal”, el artículo de Soiza Reilly en la revista “Caras y caretas (…)”, artículos de otros diarios extranjeros, “Por esos Mundos”… las diatribas de la prensa hostil en pluma de Vicente Blasco Ibáñez o bien en “La Lucha” y “El Graduador”… y, para compensar, las simpáticas aportaciones de la prensa tradicionalista o carlista. Ahí están los escritos de Rubén Darío y Ricardo Rojas, que equilibran sin duda los excesos de don Vicente.

No obstante, los visitantes de don Carlos fueron muchísimos más de aquellos cuyo testimonio consta en este libro, procedentes de todos los lugares de Europa y la más alta cuna. Sus impresiones personales conservadas por escrito sobre don Carlos, su familia, el palacio de Loredán y sus banderas, son interesantísimas y presentan la cara más humana y sin duda entretenida del libro, completo en su esfera.

También, en el primer capítulo, el autor describe el destino de las banderas y del palacio una vez fallecido el monarca, la herencia de su hijo don Jaime, las decisiones de doña Berta, y finalmente la labor y generosidad de William Taylor Middleton, del Museo de Recuerdos históricos de Pamplona (1940-62) gracias a la familia Baleztena, y del actual museo del Carlismo creado en Estella (2010).

En suma, la custodia, la devoción y orgullo como don Carlos mostraba las banderas y banderines de Loredán a sus numerosos visitantes, dejan patente que don Carlos llevó consigo a España y los españoles en su destierro, hacia los que siempre sintió una verdadera admiración, que fue recíproca. La diaria contemplación de dichas banderas –así dice al instaurar la fiesta de los mártires de la Tradición en 1895, referida en su testamento político de 1897- sin duda le ayudó a ejercer su oficio regio, que sin duda se reflejó en la calidad de su gran archivo, después desbaratado por doña Berta. De esta manera, pero también a través de la Orden de levantamiento firmada por su hermano Alfonso Carlos I en 1936, decisiva para los acontecimientos de España, se puede decir que don Carlos “volvió” tal como prometió al salir de España en 1876. Otra cosa: no tiene razón aquel historiador universitario que apostillaba a los bachilleres (Edelvives, 1998), después de encerrar práctica y paradójicamente al Carlismo -hasta 1876- en páginas situadas antes que Martínez de la Rosa, que en 1876 “Carlos VII cruzó la frontera para no volver”, lo que corre parejas al hecho de que lo minusvalore posteriormente en este libro de enjundia antitradicionalista, que es lo que hoy se enseña a los jóvenes.

Los dos capítulos siguientes del libro de Íñigo Pérez de Rada tratan sobre el Palacio de Loredán, ya reproduciendo el Álbum de 1907 (p. 241-267), ya como descripción de su interior apoyada en un abundante aparato gráfico (p. 269-302). También éste capítulo flexibiliza la lectura del libro y añade solaz al lector.

El cuarto capítulo es la descripción de “El Estandarte Real o Catálogo de los trofeos del Cuarto depositados en el Cuarto de Banderas del Palacio de Loredán. Láminas de Gasparini” (p. 303-319).

Los dos capítulos siguientes ocupan la parte central del libro, pues identifican, catalogan y describen con todo detalle 63 banderas y banderines, con un profuso aporte fotográfico, dibujístico y de textos referidos a tales piezas (p. 321-465), y también otras 164 piezas del Palacio de Loredán (p. 467- 519). Además de los elevados motivos personales que don Carlos tenía para custodiar las gloriosas banderas sin arriar de sus Ejércitos –“reliquias verdaderas” tintas en sangre para don Carlos VII–, belleza y coleccionismo fueron importantes para él, ya como disfrute personal ya para efectuar regalos. Entre banderas, banderines y objetos, el catálogo de este libro asciende a 227 piezas. 

El detallado análisis de estas heroicas banderas y banderines, refleja lo que aquellas fueron y son: simbolizan al pueblo español en Armas y la legitimidad mantenida. Su colección manifiesta cómo fueron enarboladas por el pueblo español en circunstancias extraordinarias y en nombre de don Carlos de Borbón quien, perdida la contienda tras el pronunciamiento militar liberal de Sagunto, las reunió caballerosamente y puso a salvo, pudiendo desfilar ahora ante el lector en los capítulos V y VI de este importante y precioso catálogo.

El primer apéndice recoge la imagen y un comentario del testamento de don Carlos de 1906 y tres codicilos de 1909 (p. 523-540). El segundo tres gráficos sobre el color de las faces principales de las banderas, y el origen geográfico y paradero actual de éstas (p. 541-543). El tercero es un informe relativo a la restauración de la bandera de la partida del conocido Cura Santa Cruz (p. 545-549). La relación de hemeroteca, archivos y bibliografía que les sigue es extensa (p. 551-561). Algunas de las 844 notas a pie de página son prolijas. 

Dicho esto, nos encontramos ante un importante y precioso libro, único en su esfera, entretenido y fácil de leer, con una ingente información y abundantes testimonios personales de época. Un libro óptimo en el contenido y en la forma, óptimo también para regalar a los amigos –un buen libro es el mejor regalo-, con abundantísimas y variadas imágenes a todo color y de gran calidad, todo ello muy acorde con la importancia tanto de las banderas y banderines catalogados como del oficio de rey, que don Carlos vivió desde muy joven hasta el final de sus días.

El conjunto de piezas de este catálogo y don Carlos como persona, caballero y rey, corren parejas y se retroalimentan. ¿Por qué decimos esto? Porque tras mantener la legitimidad monárquica en España durante una larga guerra, seguida de la derrota final en el campo de batalla en 1876, don Carlos creó el Cuarto de Banderas con paulatinas adquisiciones, diferenció nada clericalmente las atribuciones de la Iglesia y el Estado en tiempos de León XIII, era opuesto a un posible ralliement aplicado a España por parte de la política vaticanista y se negó a aceptarlo para Francia, cuyos legitimistas le reconocieron dentro de este marco tan comprometido como es el enfrentamiento histórico entre Revolución y Cristiandad.

Segunda edición, corregida y ampliada, 2024
Segunda edición, corregida y ampliada, 2024

Don Carlos expresó su oficio de rey en sus viajes, en la forma de vivir en Loredán, en la amigable recepción en el palacio de cualquier español amigo y menos amigo, siendo el coleccionismo una afición de un hombre de cultura y de la más alta dignidad. Don Carlos promocionó en España la prensa, revistas y libros que mostraban que los carlistas no eran socialmente unos “don nadie” y que nada tenían que envidiar a la burguesía enriquecida liberal. Retrasó la participación electoral hasta el sufragio universal de 1890 –a pesar de las conocidísimas trampas electorales-, impulsó la creación del diario carlista “El Correo Español”, estableció la fiesta de los Mártires de la Tradición en 1895, animó a sus colaboradores como el marqués de Cerralbo para la proliferación de círculos sociales, y otras mil iniciativas… todo lo cual muestra la importancia  de un proyecto político, y la indudable capacidad y genio de don Carlos como gobernante, amén de su humanidad y su ánimo de caballero.

Agradecemos de nuevo el trabajo del vexilólogo e investigador Íñigo Pérez de Rada, hijo del marqués de Jaureguizar y mecenas como su padre, el Excmo. Sr. Francisco Javier Pérez de Rada y Díaz Rubín (+ 2013), que fue historiador, genealogista y editor, trabajo que todos leeremos con sumo gusto. Un hermoso libro que puede ser un distinguido regalo para los buenos amigos, y que recoge importantísimas y vívidas páginas de la historia de España.

En Pamplona, 28 de mayo de 2024

José Fermín Garralda Arizcun  

Doctor en Historia

domingo, 28 de enero de 2024

Premios Hispanidad Capitán Etayo 2023. En Madrid.

 Premios Hispanidad

(por José Fermín Garralda)-

SE ha celebrado en Madrid, con mucho entusiasmo, la VIIª edición de los Premios Hispanidad Capitán Etayo 2023. La entrega ha sido  éste sábado 27 de enero.

En esta convocatoria, acaban de ser agraciados con este Premio, el madrileño Don José Luis López-Linares del Campo, y la dra. Doña Mónica Luar Nicoliello Ribeiro, de Uruguay.

Una nutrida asistencia llenó el salón del restaurante “El Aliño”, situado en un lugar céntrico, en la calle de Rafael Calvo de la capital.

Hizo la entrega de los premios don Fco. Javier Garisoain Otero, presidente de la Comunión Tradicionalista Carlista, una vez presentado el Acto don Javier María Pérez-Roldán, secretario general de la misma. En la mesa presidencial estuvo doña María Cuervo-Arango Cienfuegos-Jovellanos, que vino desde el Principado de Asturias, y actualmente es presidente honoraria de la Comunión.

Don José Luis López-Linares es guionista, director de fotografía, director y productor de cine español. Ganó tres veces el premio Goya, a la mejor dirección de fotografía en 2006 y a la mejor película documental en 2004. Otras tres veces fue nominado al mismo premio. Ha recibido el premio Ondas (1997) y también ha sido nominado al Premio Emmy. En 2022 fue condecorado con la medalla de plata de la Comunidad de Madrid. Sí, nuestro galardonado es uno de los máximos exponentes del cine documental español.

El autor agradeció profundamente la distinción y galardón recibido. Reconoció sentirse verdaderamente “privilegiado”. De profesión se dedica al cine desde los 18 años, siempre ha realizado documentales –ya lleva por catorce-, y tiene seis trabajos como director de fotografía de cine, generalmente de largometrajes. Se reconoce admirador de la obra de la dra. María Elvira Roca Barea, Imperiofobia y leyenda negra (2016), que según él está escrita con gracia y ritmo. La película “España, la primera globalización” (2021),  le costó tres años, y la filmó sin ayudas ni subvenciones. Hizo una campaña de mecenazgo y encontró los medios para ello. Tuvo un gran éxito.  Recordó que muchos aplaudieron la película, se identificaron con ella, y la difundieron. En realidad, filmarla le cambió la vida pues gracias a ella tiene innumerables  nuevos amigos.

Ahora, el 6 de abril de este año, se entrenará su nueva película titulada “Hispanoamérica”,  para poner en común y divulgar nuestra larga y rica historia de 300 años, destacando la variedad de acentos americanos. Sin América, España no se puede entender a sí misma. Aunque más de tres mil mecenas han financiado la película, para terminarla necesita de nuestra ayuda y mecenazgo, formando así una generación que haga suyo este proyecto, que va más allá de la película, pues pretende ofrecer un recorrido de inmersión gracias a la historia, el arte y la música. Tengamos en cuenta –insistió- que Hispanoamérica es una civilización diferenciada, es la casa que tenemos en común lo españoles de ambos hemisferios. Así podremos recuperar nuestra historia antes de que sea demasiado tarde y no quede nada que recuperar.

El enlace para la campaña de mecenazgo a partir de 15 euros, es hispanoamericalapelicula.org. Sumándose, cada uno formará parte de una comunidad unida por un mismo fin, para poder sumarse a la defensa de nuestra Historia común. Una vez ingresado, recibirá un enlace exclusivo para poder ver la película en plataformas digitales antes de su estreno, así como una fotografía en alta resolución de un Ángel Arcabucero de escuela cuzqueña… “Bienvenido a bordo”. Al homenaje y sus amables y simpáticas palabras, le acompañaron un caluroso aplauso de los muchos asistentes.

A continuación, don Julio recibió el galardón en nombre de la dra. Doña Mónica Luar Nicoliello, que vive en Uruguay, con la cual la sala se conectó por la Red. Don Julio destacó que la premiada ha sido y es una firme defensora de la Hispanidad como autora de trabajos y libros de investigación, de vídeos y divulgación. Se ha dedicado a la investigación, profesorado y didáctica de la Historia,  la geopolítica, y a dirigir la mirada al futuro. Le considera un pozo de sabiduría, propio de quien está a la altura de los grandes hispanistas. La autora ha publicado trescientos artículos en temas históricos, y varios libros (1999, 2010), siendo el último de 2022 y se titula Indios, españoles y nuestramericanos.

Tomando la palabra desde su patria Uruguay, la dra. Mónica desveló que debemos lograr que la comunidad hispana sea el sujeto que hace las reglas y no que reciba las reglas que otros le dicten. Para ella, la Hispanidad es una comunidad de valores, una comunidad activa y una civilización universal. Incluso está presente en los seis continentes, incluyendo la Antártida gracias a la presencia de los países hermanos Argentina y Chile. Asemejó la Hispanidad con un bello y valioso jarrón quebrado por el nacimiento de los Estados. En realidad, es una civilización que continúa y tiene en su seno muchísimas  posibilidades. Tenemos todo, tradiciones muy valiosas, y sobre todo –como resaltaba en gran poeta nicaragüense Rubén Darío- tenemos a Dios –desde luego por su misericordia-. Lo que nos falta es la conciencia para influir decisivamente en el mundo. Hoy días las civilizaciones entienden de alguna manera que necesitan el ejemplo de la Hispanidad como civilización. Esto no es nostalgia, sino recordar que alguien tomó el timón, y durante siglos fue configurando un modelo verdaderamente  civilizador. Esta misión le correspondió a España, que en 1492 llegaba a su cenit para permanecer en él largo tiempo, manteniendo en pleno renacimiento paganizante que todos somos seres humanos con la misma dignidad de hijos de Dios.

La Hispanidad, que antes era una unidad, hoy se ha convertido en un proyecto de recuperación, actualización y vanguardia. Una vez más se observa que las realidades tienen su continuidad, pues el presente no está muerto sino vivo. El pasado influye en el presente y marca el futuro. Además, la Hispanidad también sigue vigente porque no pudo realizarse totalmente. Tenemos los medios, tenemos todo, somos mestizos, indios y españoles. Tenemos dos personalidades en una hispanidad universal. Seamos conscientes de lo que somos. La doctora doña Mónica agradeció a  don Julio, por recoger los regalos cuando llegue  a Madrid. Héroes: tomar el timón y hablar de la Hispanidad.

A continuación el Sr. Garisoain consideró que tenemos que impulsar los momentos históricos y fortalecer medios para hacerlo. Será preciso seguir el ejemplo de don Carlos Etayo Elizondo, que si bien sabía de dónde venía y hacia dónde tenía que ir, trabajó con ahínco por recuperar los medios que sus antepasados tuvieron, y así poder hacer realidad sus viajes a América con los mismos ideales católicos y civilizadores que tuvo Cristóbal Colón, según él mismo insistía y constata quien esto escribe. Garisoain invitó al periodista Eulogio López, que años atrás recibió el premio “Hispanidad capitán Etayo”, a decir unas palabras. Don Eulogio, que muy agradecido afirmó que este Premio lo es a la brillantez, destacó cómo la reina Isabel la Católica entendió que el indio, todo indio, es criatura de Dios y como todos está llamado a ser hijo de Dios.

Recordemos que, estos Premios Hispanidad Capitán Etayo, buscan honrar la memoria de Carlos Etayo Elizondo, marino navarro y arqueólogo naval, aventurero e investigador, caballero carlista y decidido defensor de la Hispanidad, que en varias derrotas muy meritorias, sin subvención alguna ni otro apoyo que el de ardientes católicos y buenos españoles, reprodujo los viajes de Colón, construyendo y fletando la embarcación más parecida a la Niña del Almirante, y navegando hacia las Américas con los mismísimos medios que en 1492.

El premio hace un llamamiento a la sociedad española y a todos los pueblos hermanos, para que recuperen sus raíces comunes, redescubran la obra de España más allá de los mares y para que trabajen por tender lazos y reconstruir puentes para todos los miembros de esta realidad viva que es la Hispanidad. Los que conocimos y trabajamos en el ámbito cultural con “el capitán Etayo”, sabemos que su intención constante fue emular los viajes del gran almirante, reproducir lo más exactamente posible la Niña de Colón, mostrar la verdad de la evangelización y civilización de América y desvelar las falsedades de la leyenda negra.

El premio siguiente será D. m. en octubre de 2024.

José Fermín Garralda Arizcun

Vid. "Ahora-Información", 28-I-2024

viernes, 8 de septiembre de 2023

VI Centenario del Privilegio de la Unión de Pamplona

Privilegio de la Unión de Pamplona, Cabeza del Reino de Navarra

por José Fermín Garralda. Dr. en Historia

HOY, los pamploneses están de fiesta. Celebran los seis siglos del Privilegio de la Unión, sellado por Carlos III "el Noble" del Reino de Navarra el 8 de septiembre de 1423.

Conmemoran el VI Centenario de la unión de los tres Burgos o ciudades que componían Pamplona, que estaban separados por sus murallas internas y tenían ayuntamientos propios: Burgo de San Cernin, Burgo de San Nicolás y Burgo de la Navarrería. También gozaban de unas murallas externas para defender la ciudad de enemigos exteriores -e interiores-. 

La guerra de la Navarrería de finales de la Edad Media expresa que, a veces, los mayores enemigos son, desgraciadamente, los próximos. Y muchas veces sin debido motivo. Eso hay que evitarlo y, si hay conflictos, recurrir inmediatamente a la instancia política superior. Es un parecer extrahistórico, a veces todo ello es difícil de hacer y fácil de decir. 

El Privilegio de la Unión fue un documento de verdadera concordia. A petición de los un buen número de ciudadanos, el rey Carlos III de Navarra estudió el problema del enfrentamiento  entre las tres universidades o Burgos, y resolvió que se derribasen las murallas interiores que separaban los Burgos, se crease un único  Ayuntamiento para los tres Burgos, con una sola jurisdicción, y que se construyese una casa de la jurería (Ayuntamiento) en la confluencia de los tres Burgos, que es precisamente el lugar donde está hoy. 

El documento destaca las fuerzas vivas de la ciudad, sus cargos y sus nombres, y sin duda todos intervinieron en algo: el obispo Ilmo. don Sancho Sanchiz de Oteiza, el canónigo arcediano de Eguiarte y Obrero de la S.I. catedral, el vicario de la parroquia de San Cernin, la abadesa del monasterio de Santa Engracia, las tesoreras del monasterio de San Pedro de Ribas, el prior del convento de Santiago, el prior del convento de San Agustín, el guardián del convento de San Francisco, el comendador del convento de la Merced, el alcalde, los jurados y honorables y discretos representantes del Burgo de San Cernin, los jurados de Burgo de La Población o San Nicolás, los jurados del Burgo de la Navarrería, el notario, tesorero, justicia y pregonero púbico Real. 

El Privilegio muestra la unidad en la variedad, que las unidades superiores no anulan sin engloban las inferiores, pues los Burgos mantuvieron su personalidad constitutiva en la elección del alcalde por el virrey, en la elección de los regidores y de los tesoreros municipales. 

El Privilegio de la Unión pervivió durante cuatro siglos. Fue anterior y posterior a la incorporación de Navarra a Castilla, y abarcó siglos tan diversos como el XV y XVIII. Fue el documento por el que la ciudad de Pamplona se rigió desde 1423 hasta la Revolución liberal de 1812, desde la posterior Restauración en 1814 hasta el pronunciamiento militar liberal de Riego en 1820, y desde la segunda Restauración en 1823 hasta el régimen liberal posterior a 1833. Muchos pamploneses se fueron a las filas de don Carlos y otros permanecieron en la ciudad. En principio, porque perdieron desapareció definitivamente el Privilegio de la Unión. 

El Ayuntamiento de comienzos de la Edad contemporánea no estaba colapsado por la antigüedad del Privilegio, ni por el paso del tiempo, ni era una "propiedad" aristocrática, sino que había generado equilibrio, progreso y paz, y, además, el Privilegio había sido reformado en 1817.

El Privilegio es breve y eficaz. El documento tiene 29 capítulas, es de breve redacción aunque a la vista sea una pieza documental extensa en un rolde largo, y en su sencillez generó paz y concordia. Además, durante muchos siglos el Ayuntamiento era una institución respetada y obedecida sin grandes problemas. 

Ni en el s. XVI ni en toda su historia, Pamplona tuvo la figura del corregidor, que se impuso en Castilla por Isabel I. No en vano el alcalde ordinario, que era anual, era elegido por el virrey entre una terna presentada por los regidores, según el Privilegio. De todas maneras, el Fuero impedía la creación desde Castilla de la figura de un corregidor para Pamplona. 

La autoridad del Ayuntamiento también fue respetada por los vecinos en 1766. En efecto,  aunque no se sufrió el motín de Esquilache de otras ciudades de la monarquía peninsular, los priores de algunos barrios -dos de 18 barrios- pidieron, previa reunión con su respectivo barrio, participar con los regidores en el aumento del precio del pan en momentos de crisis, que de por sí correspondía poner a la Corporación municipal. Hubo un pleito y ganó el Ayuntamiento que vio reforzada su autoridad indiscutible. 

La reforma municipal de Carlos III de los diputados  del común y síndicos personeros etc. del 26-V-1766 no afectó a Pamplona, ni a los municipios navarros. En Pamplona la nobleza no ostentaba los cargos municipales sino que estos estaban muy repartidos entre los sectores sociales más competentes, los comerciantes siempre tenían varios puestos, como los escribanos reales, los procuradores y abogados. Existía un equilibrio "medieval" y de sentido común. 

Si en el transcurso del tiempo surgía algún punto en el que debía precisar los términos de las 29 capitulas de la Unión, se recurría al rey, que la mayor parte de las veces estuvo conforme con la ciudad. 

El Privilegio permitía concreciones en su aplicación, realizadas sólo para el Bien Común. Este último era la única bandera o justificación de los alcaldes y regidores, consultores, priores de barrio etc. Daban mucho y no recibían nada a cambio, salvo reconocimiento social. Era suficiente. Desde luego, no pocos pretendían exonerarse del cargo (la carga) y parte de ellos lo conseguía. Parece que no existía ambición por el poder y, desde luego, la organización de la institución ponía toda clase de trabas. 

Baldosa de los Burgos en la plaza consistorial.

Es admirable como con tan pocas capítulas, un Ayuntamiento pudo gobernarse y progresar. El siglo XVIII fue un siglo ejemplar, próspero y reformista. Progreso y tradición se dan la mano y se suponen mutuamente. En éste siglo la ciudad progresó mucho, a la vez que defendió sus derechos o Fuero frente al centralismo regio del absolutismo y luego despotismo ilustrado. Esta defensa tuvo éxito, aunque alguna vez la Ciudad cedió parcialmente alguna cuestión a final de siglo, a disgusto y en espera de presentar un recurso posterior. Como ocurrió en el Reino de Navarra. El Ayuntamiento también respetó las tradiciones, las formas de hacer, los derechos de las instituciones sociales (gremios, cofradías, hermandades...) y religiosas (obrerías parroquiales, conventos...). La sencillez del privilegio de la Unión de y para Pamplona únicamente, contrasta con la abundante, minuciosa y aplicada a toda España por igual, reglamentación que se fue generando desde la Revolución Liberal hasta la actualidad. 

El Privilegio tuvo una gran importancia al originarse con la intervención regia y encargar su posterior protección al Reino. El rey Carlos III estableció que el Privilegio fuese el Fuero de la ciudad, y además que fuese ley del Reino. Por eso, cuando se modificó la elección del tesorero en 1780 y de los regidores en 1817, una vez acordada la modificación por los regidores se reunieron las Cortes del Reino. 

Hasta 1817 los regidores se distribuían así: 5 del Burgo de San Cernin, 3 de La Población o San Nicolás, y 2 de la Navarrería. La elección era anual y la realizaban los regidores salientes en septiembre, sin poder reelegir a los mismos para el año entrante. El Burgo de San Miguel es medieval y su situación es discutida por los que estudiaron la Pamplona en la Edad Media. Hoy, en la calle Dormitalería, y en la parte del palacio episcopal, se conserva una escultura con el arcángel San Miguel -no San Jorge- en actitud guerrera, atacando con su lanza al dragón infernal. El cambio de tesorero fue para que no fuese por burgos, y la nueva elección de regidores en 1817, será sin orden de Burgos e indistintamente de toda la ciudad. No en vano, en 1817 había cambiado la composición demográfica de los Burgos a beneficio de Navarrería. 

Pamplona en la investigación. Entre los investigadores universitarios o académicos que han estudiado el Privilegio de la Unión y la vida de la ciudad anterior a la Revolución liberal, destacamos a Irurita Lusarreta sobre la Edad Media, Lasaosa Villanua sobre el s. XVI y a José Fermín Garralda sobre el s. XVIII. 

Otros autores  como Valentín Redín han trabajado sobre los Usos y costumbres del ayuntamiento de Pamplona (1987), José Joaquín Arazuri sobre El municipio Pamplonés en tiempos de Felipe II (1973) de sencilla y amena lectura, Molins Mugueta sobre la casa consistorial (1995) y José Fermín Garralda sobre la construcción del nuevo edificio en 1752-60 (1987). Otros autores han sido más concretos y académicos analizando el protocolo y los símbolos municipales, la construcción civil en la ciudad, la demografía de Pamplona (Mª Gembero) los comerciantes, la vida religiosa de la corporación municipal etc. Dejamos al margen los trabajos del período de a Revolución liberal, de muchos autores como García-Sanz (las elecciones) etc. 

Maqueta de la ciudad de Pamplona en 1900. 
Se expone en el Archivo General y Real de Navarra.

Nuestra enhorabuena a los que hicieron posible el privilegio de la Unión, y en ellos recordamos a los que vivieron activamente bajo su cobijo. Sin duda, este Privilegio hizo que la personalidad de Pamplona se fortaleciese. Por ejemplo, uno de los derechos vecinales era no ser llamado a las Armas para defender la frontera u otros lugares del Reino, sino sólo la propia Ciudad. Claro es que Pamplona era una ciudad fortificada, cabeza del Reino, en ella estaban las instituciones, e interesaba que estuviese fue guarnecida por los propios vecinos. Los vecinos defendían la ciudad y la guarnición se replegaba a defender únicamente la ciudadela.

Los títulos de Pamplona fueron los de Muy Noble y Muy leal y, tras 1823, Muy Heroica Ciudad de Pamplona, en atención a los sufrimientos de la guerra constitucional de 1821-23, pues además de la presencia de muchos realistas en la ciudad, ésta fué sitiada debido a que la guarnición militar era liberal apoyada por un nada despreciable sector de vecinos.

Nuestra más total enhorabuena a los Ayuntamientos de Pamplona, sus alcaldes y regidores o concejales, y a todos los pobladores e instituciones de esta preciosa ciudad. Ojalá los pamploneses o iruñenses vivan en paz y concordia, buena vecindad y mutua ayuda.

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Carlos III, fiel reflejo del retrato de su sepulcro en la catedral de Pamplona. Debajo, belena del Burgo de San Cernin que muestra las murallas que lo rodeaban. 




José Fermín Garralda